Ya me había gustado Cinco inviernos, esa crónica y diario personal de Olga Merino sobre sus años como corresponsal en Rusia y éste libro, La Forastera, su última novela, Premio de la Real Academia de la Lengua Española a la Mejor Creación Literaria 2022, también me gustó y mucho.
"La forastera es un western contemporáneo en el territorio áspero de una España olvidada"
Así presentan esta novela y con mucha razón. Uno se siente en un western. El pueblo perdido de España que nos presenta Merino podría haber sido el escenario de muchos films de vaqueros americanos. Los malos, los hoscos, las miradas cruzadas, el polvo, la tierra árida, los silencios, la desconfianza, los secretos, esos que por oscuros que sean, logran salir a luz.
Es una novela salvaje, cruel, descarnada, con párrafos maravillosos, con descripciones de un pueblo perdido del sur de España, de esa naturaleza árida, vacía, reseca, abandonada.
Su protagonista principal, Ángela o Angie (nombre que viene de los años londinenses en que convivió con Nigel, un pintor obsesivo y suicida) y a la que la llaman la loca del pueblo, vuelve a su tierra, al viejo caserón familiar a vivir hurañamente y convivir con sus fantasmas, sus muertos, sus perros y un pasado tormentoso
"También yo hice de la casa mi refugio, y así la quiero, con sus cicatrices, los caliches en el encalado, las goteras en la cámara y la luz pinchada de un poste del tendido. La casa está rota, como yo. No tengo lazos con casi nada y tampoco temo la soledad: mis muertos me acompañan..."
Pero cada personaje, más allá del principal, Angie, cada ambiente son fundamentales en la trama para crear este ambiente "western", tan bien logrado por Merino, aunque no sé si fue su intención, al que solo le falta la música.
El pueblo perdido del que nos habla Merino en La Forastera es una tierra de suicidios.
"¿Por qué tantos suicidios en estas tierras? Y casi siempre, aunque parezca un contrasentido, en primavera, cuando rebrota la vida..."
"La muerte les fascina. Abordan el suicidio como una naturalidad pasmosa, como si nada, como quien se arranca a hablar de la lluvia que no llega, como si no hubiera parapeto entre la vida y la muerte..."
Y Ángela, rodeada de suicidios y, sin haber superado aún el de Nigel, su amor inglés, empieza a temer que también ella vaya a sucumbir a ese ritual.
"Estoy rodeada de muerte. Me aterra que me trague el desagüe..."
Vuelve al pueblo para averiguar sobre su pasado y descubre que la muerte de su padre fue un suicidio más de la aldea y que tiene culpables: los Jaldonas, los que le han robado muchas de las tierras a su familia. Pero el acoso de esta familia no termina ahí. Ahora buscan que Angie abandone lo que le queda para acabar por completo con el pueblo, con lo poco que queda del pueblo.
"¿Es que no os dais cuenta? Os están robando la aldea en vuestras propias narices. Casitas adosas y turistas, ya lo veréis, ya ¡Cobardes! Las Jaldonas os están utilizando como trastos viejos..".
Imposible no pensar en el hoy de España, tantos pueblos invadidos por el turismo, tantos pueblos abandonados, tantos pueblos perdidos en la España vacía.
Frases que me gustaron hay muchas, frases como "El tiempo se vuelto pequeño, pequeño, como si se hubiese encogido" o "Depositas amor en los seres, en las cosas, en los lugares, y luego no sabes qué hacer con el que se te queda entre las manos sin usar..." o "No es afecto lo que sentimos, sino simplemente desazón por el transcurso del tiempo, por lo que vamos dejando atrás de nosotros mismos..." pero más allá de la buena escritura de Olga Merino, de la sensación de vivir un western, lo que me impactó de esta novela es el instinto de defensa (mezclado con el de venganza), ese instinto de defender lo tuyo, lo de tu tierra, lo de tus cercanos más allá de toda ley y frente a todos.
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