Después de un viaje por Castilla (España) decidí confesar una "tara" mía (bastante reciente) que a muchos les parecerá bien insólita, y con razón, porque lo es: visitar iglesias y catedrales me produce una gran angustia.
La oscuridad, las imágenes, las estatuas, la inmensidad, la soledad me dan miedo, un poco de claustrofobia y más aún si son iglesias de las viejas viejas re viejas donde ni siquiera los vitrales pueden distraerme.
Muchos me dicen que no es normal, que debería buscar la causa, las razones porque obviamente no es normal. Si... así es...debería...debería porque seguramente con los años esta aprensión, inexplicable, infundada, extraña, se hará más y más profunda pero por ahora, y aunque les parezca una acto de masoquismo, me esfuerzo y me impongo entrar (a las que puedo) y visitar (lo que puedo) porque me gusta mucho viajar, porque me digo: Mujer ¡qué no puedes ser tan tonta!!! y porque en Europa es muy difícil escaparse de estas grandes obras.
Entonces, dispuesta a superar mi burrada y de no parecer una "tontolaba", entro y me dejo sorprender por esas maravillas arquitectónicas aunque siempre piense que no pueden haber sido construidas así como así, piedra sobre piedra, hace 400 o 500 años. Me acuerdo de lo que dice Manuel Vilas en su libro Alegría
"...Qué sería de las viejas ciudades europeas sin las iglesias y las catedrales. Siempre desconfío de la datación de la arquitectura histórica. Cuando me dicen que tal iglesia es del siglo XVI, yo desconfío. Cuando me dicen que es del siglo XI, entonces ya creo que me mienten. Más allá del siglo XIX mi inteligencia se desvanece..."
Pero bueno, como les decía, intentando superar mi tara, entro, me siento y miro para arriba, sobre todo miro para arriba. Miro atentamente los techos, las cúpulas, tanta riquezas incomprensible y pienso, no en la vanidad de reyes ni de la iglesia, ni en la fe de tantos, que aún hoy siguen profesando, sino en los hombres que levantaron esas colosales paredes, que crearon esas obras de arte. Pienso en el tiempo que le dedicaron, en la cantidad de hombres que seguramente murieron haciendo esas inmensas y magníficas construcciones. Me asombro, me sorprendo.
Si estoy en un buen día, sin tanto miedo, hasta me animo a dar una vuelta. Si estoy en "estado angustia" me siento y miro desde allí, si estoy muy angustiada salgo enojada por tanta ostentación, por esa riqueza que podría servir para tantas otras cosas en este mundo más allá de mi visita turística!
En fin, confesada con cierta vergüenza, quería decirles que mi viaje por Castilla, región que está llena, llena, repleta de iglesias, fue difícil para mi locura pero fue un viaje precioso.
A pesar de mis miedos pude apreciar esas obras arquitectónicas en todo su esplendor salpicando las visitas con museos, palacios y paisajes. Acá algunos detalles, acá algunos rastros de esas obras de titanes, obras maestras y sobre todo, de la suma del trabajo de hombres audaces.
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