BERLÍN. Sí, una ciudad que hasta hace pocos semanas no me interesaba conocerla por diversas razones, algunas racionales, otras irracionales pero bueno, este año tuve la oportunidad y allí fui.
Un buen comienzo de viaje fue empezar por la ISLA DE LOS MUSEOS, esa isla alargada en pleno centro de Berlín, cuna de la historia de Berlín y que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1999.
Allí se encuentran la Catedral, la Berliner Dom, con su cùpula de 98 metros de altura y algunos de los museos más importantes de la ciudad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las colecciones artísticas fueron destrozadas y disgregadas entre Berlín Este y Berlín Oeste. No fue hasta la reunificación alemana, en 1990, que se abrió una oportunidad única: la reunificación de la cantidad de obras desperdigadas de un lado y del otro.
La mayoría de estas obras se encuentran hoy en las galerias y museos de la Isla.
Algunos de los cinco grandes museos que se encuentran en la Isla están en restauración de acuerdo al plan maestro, integral, para convertir la zona en un complejo museístico sostenible con nuevos espacios y conexiones entre los distitntos edficios.
Pero más allá de la visita a los museos, que confieso no me impactaron demasiado, Berlín es una inmensa galería de arte al aire libre. Hay esculturas, street art y monumentos por toda la ciudad.
Muchos llegamos a Berlín buscando los recuerdos de la ciudad dividida, las imágenes de un Muro que llegó a medir 155 kilómetros, o ese puesto fronterizo entre las zonas soviética y estadosunidense, el famoso Checkpoint Charlie, testigo de la guerra fría.
Otros, llegan buscando memorias de los amargos, terribles años de guerra.
No me dio ni el tiempo ni el ánimo para adrentarme en ciertos museos históricos. Creo que solo para eso volvería a Berlín porque en Berlìn son muchos los lugares contra el olvido para mantener la memoria viva.
No, no tuve el coraje de entrar a la antigua sede central de la Gestapo, ni al museo del Muro en la Casa Museo en el Checkpoint Charlie. Sì me acerqué al Museo Judío, interesada principalmente por su arquitectura, una estructura irregular con estrechas y angustiantes galerías, pero que me resultó muy filosófico como concepto y un poco claustrofóbico, más aún para alguien como yo que no profesa dicha religión.
Algo que me conmovió, y mucho, fue el Monumento a los judíos de Europa asesinados, un monumento diseñado por el arquitecto Peter Eisenman, que recuerda a los seis millones de judíos que murieron víctimas del Holocausto y a las atrocidades del nazismo.
Este memorial forma parte de lo que se llama "cultura del recuerdo" o "memoria colectiva". Se trata de un campo de 19 000 metros cuadrados cerca de la Puerta de Brandeburgo. Un espacio cubierto por una cuadriculada de 2711 losas de hormigón que varian en altura.
Por debajo, un centro de información subterráneo, que contiene los nombres de todas la víctimas judías del holocausto conocidas, nombres obtenidos del museo israelí Yad Vashem.
Y entre tanto hormigón, tanto gris, tanto silencio, ÀRBOLES que representan la VIDA.
(Continuará)
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