Después de Pupille*, otra película sensible y conmovedora de Jeanne Herry.
Una película justa y hermosa al mismo tiempo. Hermosos momentos de humanidad con excelentes actores en torno a un tema muy interesante que pocas personas conocen: la Justicia restaurativa.
En la película hay bronca, esperanza, silencios, palabras fuertes, angustias, lamentos, vidas, historias y al final del camino, a veces, en algunos casos, la reparación, una vida nueva. A veces. Solo a veces lamentablemente.
Desde 2014, en Francia, la Justicia Restaurativa ofrece a las víctimas y perpetradores de delitos la oportunidad de dialogar en entornos seguros, supervisados por profesionales y voluntarios.
La justicia restaurativa es un paradigma de justicia en el ámbito penal que pone el foco en la víctima y en su reparación del daño a través de la mediación y el diálogo.
La justicia restaurativa intenta que se tome conciencia de la necesidad de resolver el conflicto de manera colectiva, es decir, no solo considerando a los implicados directos, sino también a aquellas personas que de manera indirecta se han visto afectadas.
La justicia restaurativa apuesta por sistemas como la mediación a través del diálogo para reparar el daño ocasionado a la víctima. Por tanto, no tiene como fin el castigo al autor o autores responsables del delito, sino que pretende que los causantes del problema asuman su responsabilidad y tomen conciencia del daño hecho para que así intenten reparar el daño producido a la víctima, reconociéndola como tal.
*Una película del 2018. Theo acaba de nacer. Después de dar a luz, su madre biológica le entrega a un programa de adopción. Los servicios de adopción deben encontrar entonces a la que se convertirá en su madre adoptiva. En el otro extremo, Alice, de 41 años, lleva casi diez años luchando por ser madre. Un grupo de profesionales trabajará para que Theo y Alice puedan reunirse.
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