Ayer fui a cine. Ayer vi The Father. No había querido verla en plataformas diversas porque quería ver la actuación de Anthony Hopkins en pantalla grande, como se debe, ver esa magnífica actuación en pantalla grande y en el cine de mi barrio. Salí flotando, pensativa, reflexiva obviamente por el tema: la demencia senil o el Alzheimer, esas malditas enfermedades.
Hay muchas películas que se han hecho sobre los trastornos cognitivos como Lejos de ella, Siempre Alice, El hijo de la novia, la reciente Vivir dos veces y también sobre la vejez como la maravillosa Amour, de Michael Haneke, pero El padre (The Father) lo hace con una puesta en escena maravillosa acompañada por la brillante actuación de los protagonistas principales y la dirección del dramaturgo y guionista francés Florian Zeller, que según el semanario francés L'Express, es «junto con Yasmina Reza, el mejor dramaturgo francés», y según The Guardian « el autor teatral más apasionante de nuestra época ».
Todo está dicho y redicho sobre esta película, el primer largometraje de Zeller adaptado de su propia obra teatral homónima, por eso no agregaré más que, más allá de la relación que cada espectador pueda tener con la vejez, con el ocaso, el miedo, The Father se trata de una película de una enorme ternura y profunda tristeza al mismo tiempo.
Sí, la vejez, el declive de nuestra propia
vida, de nuestro propio cuerpo da miedo, duele y asusta. Y casualmente (o no)
cuando vi la película pensé en el par de libros que había leído semanas atrás,
dos libros donde “la vejez” es el tema principal.
1. La librería de Monsieur Picquier de
Marc Roger, un escritor y “lector
público” francés que se dedica a contar historias leyendo en voz alta en
mediatecas, teatros, escuelas y centros culturales.
El personaje de esta corta novela (la primera del autor) M. Picquier, es un ex-librero que vive en una residencia de ancianos, entre sus libros y el aburrimiento. Sufre de un avanzado Parkinson y ya no llega a leer por sí solo por eso le pide a Grégoire, un joven empleado sin muchos intereses hasta ese momento, que le lea algunas páginas todos los días. Al poco tiempo, en la residencia, se corre la voz de estas lecturas en voz alta y alentado por M. Picquier, el joven, comienza a leer a los ancianos del centro aportándoles historias y emociones. La idea es agradable pero personalmente encontré la historia un poco obvia y con un final más que previsible.
2. Las gratitudes de Delphine de Vigan, la
reconocida escritora francesa.
Tampoco me atrapó mucho pero
la historia me resultó más sensible, más dulce que la de Roger porque a pesar
de tener en común la vejez. En Las gratitudes el eje central no es solo
la última etapa de la vida y sus limitaciones si no el agradecimiento,
la maravillosa idea de agradecer a los que nos rodean, expresar nuestra
gratitud sincera.
Michka, una anciana de origen judío, que sufre una afasia que se agrava a pasos agigantados, va perdiendo, poco a poco, las palabras. Dentro de su vocabulario empiezan a aparecer muchas palabras “inventadas” debido a la afasia, cambia unas palabras por otras o fusiona varias en una y esto hace a Michka bastante divertida. Al mismo tiempo, viendo que su vida se evapora, Michka no resiste la idea de no poder agradecerle a la familia (de la que conoce solo su nombre de pila) que la acogió siendo niña y la escondió de los nazis. La acompañan y la ayudan en su búsqueda y durante sus últimos días la joven Marie, vecina de Michka y a la que quiere profundamente y Jérome, logopeda de la residencia que dice: “Trabajo con las palabras y con el silencio. Con lo que no se dice. Trabajo con la vergüenza, con los secretos, con los remordimientos. Trabajo con la ausencia, con los recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume. Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con las confidencias. Y con el miedo a morir. Forma parte de mi oficio."
Repito, ninguno de los dos libros mencionados me han ablandado... nada puede compararse a lo que sentí frente a la triste senectud que presenta “The Father”, con esas escenas tan sinceras, casi reales, tan duras que llegan al corazón y conmueven, sí que conmueven.
Mis comentarios son los de una simple lectora y amante del cine
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