Ayer mi hermana me envío por whatsapp un pequeño recuerdo, una pequeña imagen. Era una dedicatoria escrita "de puño y letra" por mi madre en El libro de Juanito con su simple y sencilla firma: Marta.
Seguramente mamá la hizo en alguna Feria del libro de Buenos Aires, cuando los lectores, grandes y chicos, se le acercaban al stand de una u otra editorial para que les firmara y dedicara uno de los tantos libros que publicó.
Me quedé pensando en esta imagen borrosa y desteñida y tanto tanto pensé que, en mitad de la noche, encendí otra vez el teléfono y volví a mirarla. Pensé en esa firma, en ese Marta inconfundible para mi y pensé en su letra.
Mis padres tenían una letra preciosa. Cada uno con su estilo. La de mamá era amplia, abierta, grande, expansiva. La de papá era pequeña, ordenada, prolija. Y ahora, curiosamente, reconozco esas letras en mis hermanos y en mí misma.
Muchas de esas "letras preciosas" quedan en cartas, mensajes, borradores, manuscritos que conservo preciosamente en una caja y que cada tanto abro como para aspirar, absorber, impregnarme un poco de esas letras, esas palabras, consejos, miradas, retos y de todo ese afecto escrito. ¿Pero "esas preciosas" se desteñirán con el tiempo, se borrará la coma, el acento? ¿Se reconocerá la firma de mi madre, la firma de mi padre al final de una carta?
Y anoche, en mitad de la noche, también pensé en la letra, en la verdadera, en la manuscrita, la que aprendimos, la que nos caracteriza y nos sigue toda la vida.
Pensé que en esta era, donde todo está escrito en courrrier o Times en un tamaño 12 o 14, cursiva, negrita casi no conozco la letra, la verdadera, de mis mejores amigas. Ya casi no recuerdo la letra de mis hijos si no fuera por algunos apuntes escolares que conservo (y eso que nos escribimos seguido). Pensé en esa letra que tantas veces nos indica la profesión, el apuro o el estado de ánimo de alguien, o de nosotros mismos, pero que ya casi ni se usa ni se tiene en cuenta. Pensé en lo poco que escribo a mano...
Pensé en que el whatsapp es buen invento pero que no me deja ver una letra alargada, una a redonda, una ñ bien armada ni una linda doble l... y menos aún con el uso y abuso de émojis y abreviaciones que invaden los mensajes para hacer cada vez más rápido lo dicho.
Pensé en que a mis viejos (sobre todo a mamá) le hubieran encantado estas tecnologías que permiten escribir y escribir pero no permiten reconocer una linda letra y esta mañana, me levanté con ganas de ir corriendo al subsuelo de mi casa y abrir esa caja, esa caja llena de letras. Con ganas de volver a leer cada una de esas cartas, de esas tarjetas de navidad, de esos pequeños mensajes como "hay comida en la heladera" o "no vuelvas tarde" o "fuimos al cine" con las ganas de volver a ver lindas letras.
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