Hace muchos años, la primera vez que solicité la ciudadanía francesa, me pidieron que renunciara a la nacionalidad argentina. Respondí que no podía hacerlo porque la nacionalidad argentina es “de suelo” y que aunque renunciara a ella, la iba a llevar conmigo toda la vida. La antipática francesa del consulado me contestó: “Solo tiene que ir a un juzgado, renunciar por escrito a su nacionalidad argentina y volver con la declaración jurada. Ahí estudiaremos si se le podemos otorgar la nacionalidad francesa”.
No me gustó nada lo que me dijo. Salí del consulado con lágrimas en los ojos por el maltrato y porque, para mi, era impensable renunciar a ser argentina. Por razones prácticas, familiares, después de muchos años obtuve mi nacionalidad francesa y bien contenta estoy sin renunciar a la argentina. La conservo en mis papeles, mis documentos y mi corazón pero, desde hace un par de semanas, estoy con una sensación muy rara: apesadumbrada... afligida. Por primera vez, de la nada, surgieron algunas preguntas que nunca antes me había hecho: ¿quiero seguir siendo argentina? ¿Podría dejar de ser argentina? ¿Y si dejo de ser argentina?
Quizá sea porque falta poco para mi cumpleaños y como detesto los cumpleaños me pongo tonta o porque el confinamiento me ha dejado sensible o el desconfinamiento no me cayó bien o la distancia física de mis hijos me tiene harta o porque voy a ser abuela y no sé si podré viajar para estar al lado de mi hija o que, como tantos, no puedo planear ni el día de mañana... pero esta mañana, después de leer una vez las noticias argentinas pensé que mi estado de ánimo, mi melancolía, quizás se debía a algo más sencillo: sentirme boluda pero muy boluda publicando fotitos de viajes y bromas a pesar de estar triste, muy triste por lo que se está viviendo en la Argentina.
Es así, además de triste, estoy enojada, furiosa y me contengo, me contengo el insulto, la furia porque se que no servería ni para descargarme. Estoy tan enojada y tan triste que me cuesta seguir acá hasta para publicar pavadas. Me da mucha tristeza. Una gran tristeza y me cuesta no sentirme muy muy boluda publicando felicidad cuando me siento cada vez más ajena, distante, lejana.
El mundo está muy mal, mal, muy mal, en cualquier lugar del mundo, las cosas van mal. También sé que aunque tomara la loca decisión de tirar la nacionalidad argentina por la ventana no me quitaría la tristeza de encima porque lo que vive la Argentina no es pasajero, no es de ahora, no es de un gobierno o de otro, lo que vive la Argentina es endémico, constante, eterno y eso es muy triste.
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