Ordenando las fotos de viajes para compartir mi vuelta al mundo en Facebook, encontré esta foto, bastante vieja por cierto pero que sirve para este pequeño comentario. Es el cementerio Nacional de Arlington en Estados Unidos, es el cementerio militar de Arlington. Allí están enterrados veteranos (y no veteranos) de todas las guerras, desde la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, Vietnam hasta los soldados de Afganistán e Irak. También presidentes, grandes personajes de la historia americana y memoriales varios.
Bueno, la cosa es que estábamos visitando Washington, esa ciudad monumental, tan planificada, tan solemne cuando yo me empeciné en conocer este cementerio. Raro en mí porque les tengo terror, tanto o más que a las iglesias en las que ya casi ni entro y si lo hago, es porque el interés arquitectural es más fuerte que mi angustia o porque estoy invitada a un casorio.
Y allí fuimos, en un día de primavera, soleado, a conocer el cementerio de Arlington, el cementerio más grande del mundo. Aún recuerdo el asombro, la conmoción, sí, conmoción, que sentí al ver esas interminables hileras de lápidas y sepulturas (hoy dicen que son más de 400.000 cuerpos en 2500 metros cuadrados). Creo que lo único que nos distrajo del silencio en el que estábamos sumergidos fue el cambio de Guardia en la Tumba del Soldado Desconocido.
Bueno, la cosa es que estábamos visitando Washington, esa ciudad monumental, tan planificada, tan solemne cuando yo me empeciné en conocer este cementerio. Raro en mí porque les tengo terror, tanto o más que a las iglesias en las que ya casi ni entro y si lo hago, es porque el interés arquitectural es más fuerte que mi angustia o porque estoy invitada a un casorio.
Y allí fuimos, en un día de primavera, soleado, a conocer el cementerio de Arlington, el cementerio más grande del mundo. Aún recuerdo el asombro, la conmoción, sí, conmoción, que sentí al ver esas interminables hileras de lápidas y sepulturas (hoy dicen que son más de 400.000 cuerpos en 2500 metros cuadrados). Creo que lo único que nos distrajo del silencio en el que estábamos sumergidos fue el cambio de Guardia en la Tumba del Soldado Desconocido.
La foto no es mía. Cuando lo visité era un día muy gris que hacía aún más triste este cementerio alemán de Normadía |
Reviví esta sensación de soledad cuando visité los cementerios y memoriales de Normadía. Los visitamos en un recorrido por los puntos claves de la Segunda Guerra Mundial, un viaje conmovedor. Miles de sepulturas británicas, francesas, inglesas, canadienses, americanas que contrastan con el color negro de las cruces y la austeridad de las alemanes.
¿Cómo llegué a estas fotos? creo que al escuchar que en Estados Unidos la pandemia del coronavirus ya causó más muertes de estadounidenses que la guerra de Vietnam y me impresionó. Quizás porque fue la primera guerra de la que tuve conciencia.
¿Cómo llegué a elegir estas fotos para comentar? No sé, son estados de ánimo. Quizás por la urgencia de apreciar la vida frente a tanta muerte. Quizás porque estoy más en un período de observación que de producción. Veo lo que pasa, miro, observo, miro, veo y observo en lugar de activarme. No reacciono, pierdo mi tiempo, mis horas, mis días, mis ganas, no fabrico mascarillas ni cocino en Instagram. Estoy anestesiada. Ya sé que tengo techo, heladera llena, amigos, familia, afecto, estoy sana y no tengo derecho a ni una queja pero, estos últimos días, por primera vez estoy con miedo, no es miedo, diría que es zozobra. Claro, no es muy original, muchos, salvo los eternos optimistas, estamos en este estado.
Sí, zozobra. Zozobra por el desconfinamiento, mal llamado así porque en realidad, lo que se hará a partir de mañana, pasado, el cinco, el once o en junio o nunca es alivianar el confinamiento. Zozobra por la vida que nos espera con máscaras, guantes, hablándonos de lejos, cruzándonos de vereda, con horarios de salida, con temor a un abrazo, a un estornudo, a un roce. Con gobiernos que andan como maleta de loco, que hoy sí, que mañana no, con economías hechas polvo, potencias rasgándose las vestiduras, zozobra por el futuro ... zozobra porque seguro que todo volverá a ser como antes y muy pocos cumpliremos con lo vociferado estas últimas semanas: el deseo de mundo distinto, mejor, más solidario, menos egoísta, más verde, más justo.
Mientras, espero cumpliendo con las reglas del juego. Pero ya no me alcanza ni la televisión, ni Netflix, ni Zoom, ni yoga online, ni el aplauso desde los balcones, ni la serie de moda , ni cultura gratis, ni los tres libros que leo al mismo tiempo sin ninguna concentración para levantar mi ánimo pandémico. Estoy peor que los gobiernos, girando sin encontrar el norte, el sur, el este o el oeste. Lo único que me orienta es el sol y los despertares tempranos, silenciosos antes que la máquina infernal en donde nos hemos metido se ponga en marcha.
¿Delirante estos comentarios? ¿Deprimentes estos comentarios? puede ser pero bueno, así es la vida. Un día bailo, otro comparto playas paradisíacas, otro miro a lo lejos pasar la vida y en silencio espero, un abrazo y el reencuentro con mis hijos.
¿Cómo llegué a estas fotos? creo que al escuchar que en Estados Unidos la pandemia del coronavirus ya causó más muertes de estadounidenses que la guerra de Vietnam y me impresionó. Quizás porque fue la primera guerra de la que tuve conciencia.
¿Cómo llegué a elegir estas fotos para comentar? No sé, son estados de ánimo. Quizás por la urgencia de apreciar la vida frente a tanta muerte. Quizás porque estoy más en un período de observación que de producción. Veo lo que pasa, miro, observo, miro, veo y observo en lugar de activarme. No reacciono, pierdo mi tiempo, mis horas, mis días, mis ganas, no fabrico mascarillas ni cocino en Instagram. Estoy anestesiada. Ya sé que tengo techo, heladera llena, amigos, familia, afecto, estoy sana y no tengo derecho a ni una queja pero, estos últimos días, por primera vez estoy con miedo, no es miedo, diría que es zozobra. Claro, no es muy original, muchos, salvo los eternos optimistas, estamos en este estado.
Sí, zozobra. Zozobra por el desconfinamiento, mal llamado así porque en realidad, lo que se hará a partir de mañana, pasado, el cinco, el once o en junio o nunca es alivianar el confinamiento. Zozobra por la vida que nos espera con máscaras, guantes, hablándonos de lejos, cruzándonos de vereda, con horarios de salida, con temor a un abrazo, a un estornudo, a un roce. Con gobiernos que andan como maleta de loco, que hoy sí, que mañana no, con economías hechas polvo, potencias rasgándose las vestiduras, zozobra por el futuro ... zozobra porque seguro que todo volverá a ser como antes y muy pocos cumpliremos con lo vociferado estas últimas semanas: el deseo de mundo distinto, mejor, más solidario, menos egoísta, más verde, más justo.
Mientras, espero cumpliendo con las reglas del juego. Pero ya no me alcanza ni la televisión, ni Netflix, ni Zoom, ni yoga online, ni el aplauso desde los balcones, ni la serie de moda , ni cultura gratis, ni los tres libros que leo al mismo tiempo sin ninguna concentración para levantar mi ánimo pandémico. Estoy peor que los gobiernos, girando sin encontrar el norte, el sur, el este o el oeste. Lo único que me orienta es el sol y los despertares tempranos, silenciosos antes que la máquina infernal en donde nos hemos metido se ponga en marcha.
¿Delirante estos comentarios? ¿Deprimentes estos comentarios? puede ser pero bueno, así es la vida. Un día bailo, otro comparto playas paradisíacas, otro miro a lo lejos pasar la vida y en silencio espero, un abrazo y el reencuentro con mis hijos.
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