Los últimos meses de nuestra estadía en Birmania fueron emocionalmente difíciles. A todos, grandes y chicos, nos iba a costar mucho dejar el país porque dejaríamos allí seis años de vida (que para los chicos eran casi su vida entera), seis años de riquísimas experiencias. Dejaríamos amigos, escuelas, la gente, una casa, imágenes cotidianas imborrables, los monjes, las pagodas, el monzón, las serpientes, los mercados, los festivales...
La familia tuvo que fortalecerse para dejar atrás "el país de las mil pagodas" sin tanto llanto e iniciarnos en otra aventura muy diferente. Las fotos de hoy se las dedico a su gente, a los birmanos, que siempre, todos los días, nos regalaban una sonrisa.
La familia tuvo que fortalecerse para dejar atrás "el país de las mil pagodas" sin tanto llanto e iniciarnos en otra aventura muy diferente. Las fotos de hoy se las dedico a su gente, a los birmanos, que siempre, todos los días, nos regalaban una sonrisa.
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