Contar
un viaje, la experiencia, la anécdota, los datos, dar detalles es mirar, descubrir,
describir, buscar personajes, despojarse de lugares comunes, de posesivos, de frases hechas y ver más allá de lo obvio. Pero también contar un
viaje, describir un lugar es escribir, ensayar, intentar, probar hasta que
salga algo potable. Como mis próximos meses estarán marcados por los viajes
decidí escribir algunos de estos paseos.
Me acerco a este corpulento edificio, también conocido como la “casa redonda”, que aloja desde 1963 a la Radio y Televisión pública francesa. Su forma tan particular de 500 metros cuadrados de circunferencia y una torre de 68 metros de altura se debe a la inspiración en los diversos logotipos de Radio Francia.
Un paseo por
Auteuil, uno de los cuatro sectores del barrio XVI de la ciudad de París, el barrio más grande en términos de superficie, un barrio apartado
de la ciudad monumental, dorada, grandiosa y que permite conocer otra cara de la ciudad.
AUTEIL, la tranquilidad de un barrio parisino
Alejándome de lugares turísticos y muy frecuentados de París, decido zigzaguear el río Sena hacia el oeste para llegar al famoso Puente Bir-Hakeim. El será mi punto de
partida para pasear por Auteuil, uno de los cuatros sectores del elegante distrito XVI de la ciudad.
El puente
Bir-Hakeim no solo es una gran obra de ingeniería de dos niveles construida a principios del
siglo XX sino también, un monumento
histórico que ha servido de escena a célebres películas.
Cruzar el puente entre esas impresionantes columnas de hierro, enormes farolas y estatuas vale la pena, a pesar del incesante
paso de autos, bicicletas y el metro que circula por el carril superior del
puente, para revivir las imágenes de Marlon Brando, Marion Cottillard, Leonardo DiCaprio o Jean Paul Belmondo y otros grandes del cine que retrataron en sus películas a uno de los puentes más emblemáticos y nostálgicos de París
A mitad de camino,
encuentro las escaleras que permiten bajar a la Senda
de los Cisnes, una isla
artificial de 850 metros de largo y 11 de ancho. Deambulo por este verdadero paseo arbolado con bancos de plaza en medio del Sena y llego a la otra punta de la isla donde surge la réplica, en menor tamaño, de
la Estatua de la Libertad donada por la comunidad parisina
residente en Estados Unidos conmemorando el centenario de la Revolución
Francesa en 1889.
La rodeo, la comparo, saco fotos y subo al puente de Grenelle para seguir mi paseo hacia Auteuil. Desde arriba, tengo, a mis espaldas, la sublime Torre Eiffel. Delante, la estatua de la Libertad. En una de las orillas, lindando el barrio XV, un bloque de altos edificios de avanzada de los años 70, y en la otra, la inmensa construcción de Radio
France.
Me acerco a este corpulento edificio, también conocido como la “casa redonda”, que aloja desde 1963 a la Radio y Televisión pública francesa. Su forma tan particular de 500 metros cuadrados de circunferencia y una torre de 68 metros de altura se debe a la inspiración en los diversos logotipos de Radio Francia.
En el año 2007, por diversas razones entre ellas
un grave incendio, se programó un plan de renovación del edificio para su
restructuración y puesta en norma. Los faraónicos trabajos duraron casi 7
años y la «maison» reabrió sus puertas en el 2014 con nuevas eco-tecnologías en
sus oficinas, en los 63 estudios de grabación, las salas de conciertos y el
auditorio con capacidad para 1460 personas en el que se ofrecen actividades
culturales y musicales.
Sigo camino hacia la rue La Fontaine, una de las mejores
muestras del “Art Nouveau” parisino.
El primer ejemplo se encuentra en el número 14. Es el Castel Béranger, un inmueble construido en 1895 por el arquitecto francés Hector Guimart (1867-1942). Son 36 departamentos ubicados en 3 edificios, dispuestos alrededor de un pequeño patio interior, en donde se destacan los detalles decorativos de la fachada, el uso del hierro forjado, figuras alrededor de los exteriores y de los balcones. Esta obra, considerada una de las construcciones más representativas del Art Nouveau, ganó el concurso de fachadas de la ciudad de París en 1898 aunque recién fue declarado monumento histórico en 1992.
El primer ejemplo se encuentra en el número 14. Es el Castel Béranger, un inmueble construido en 1895 por el arquitecto francés Hector Guimart (1867-1942). Son 36 departamentos ubicados en 3 edificios, dispuestos alrededor de un pequeño patio interior, en donde se destacan los detalles decorativos de la fachada, el uso del hierro forjado, figuras alrededor de los exteriores y de los balcones. Esta obra, considerada una de las construcciones más representativas del Art Nouveau, ganó el concurso de fachadas de la ciudad de París en 1898 aunque recién fue declarado monumento histórico en 1992.
Más allá, en el número 40 de la misma
calle, se alza un edificio neogótico que pertenece a la Fundación de
los huérfanos aprendices de Auteuil que, desde 1866 se dedica a
recibir, formar y ayudar a niños y jóvenes en dificultad de integración social.
En el número 60 hay otra obra del
arquitecto Guimard, el representante del Art Nouveau en Francia que
lamentablemente no dejó ni escuela ni discípulos. Se trata del
hotel particular y taller de un industrial textil y artista de
origen veneciano, Paul Mezzara. A pesar de que el edificio tiene un cierto
aire gótico se aprecian detalles del estilo Art Nouveau. Para muchos
expertos ésta es su obra maestra.
Aunque el barrio de Auteuil ha sido uno de
los barrios preferidos del arquitecto, y sus clientes constituían una red muy
selecta, la fama de Guimard se debe sobre todo a las célebres entradas al Metro
de París, terminadas justo a tiempo para la Exposición Universal de 1900.
Este hombre, a veces olvidado, dejó un legado de creatividad, hierro y
vidrio.
“...Así se encontró este artista con la posibilidad de “plantar” en las
calles de París más de un centenar de entradas para un sistema de transporte
urbano que daba cuenta de la tecnología del nuevo mundo. En un espacio urbano
historicista, cargado de cúpulas, mansardas y piedras, Guimard ubicó sus
diseños de líneas curvas, resueltos en hierro a la vista color verde y vidrio,
con sus columnas en formas de troncos vegetales, naciendo de los adoquines y
las veredas, que se cerraban como ramas para sostener las lámparas eléctricas.
Fueron 141 las entradas construidas entre 1900 y 1912, de las cuales todavía
existen 86, 35 originales…” – cuenta el sitio oyp.com.ar
El “Village de Auteuil” , como también se lo conoce a este distrito porque conserva aún el placer de un ritmo lento, fue reconocido en el siglo XVIII por parisinos ricos que instalaron sus casas de campo y por artistas que buscaban la calma de un pueblo cerca del Sena. Más tarde, durante el siglo XIX, su fama residencial atrajo fortunas y la construcción de elegantes casas dejó un cierto aire burgués.
Una de las zonas comerciales de Auteuil está en la plaza Jean Lorrain, en el cruce de la Rue de La Fontaine y Rue
d’Auteuil. Allí, dos veces por
semana, se abre el mercado al aire libre. Los puesteros se ubican desde muy temprano, invierno o verano, para vender colores, sabores y aromas de productos frescos.
En Francia, los días de feria, el pueblo, la plaza, el barrio cobra vida. Las librerías exhiben ofertas, los floristas exponen sus mejores ramos y muchas veces la música se entremezcla con olores sutiles de productos locales. Los lugareños toman un café entre compra y compra o se dejan tentar por las delicias de boutiques cercanas como los famosos chocolates de Servant Le Confiseur d'Auteuil o los macarons de Lenôtre, el imperio gastronómico construido por Gastón Lenôtre, considerado el padre de la pastelería moderna.
A Auteuil se lo identifica
por su aire chic, por rincones intactos,
jardines, un ambiente familiar y el vacío de sus calles los fines de semana.
Sin embargo, el barrio propone algo más que esto.
En la calle Poussin está la Villa Montmorency, que aunque no se pueden traspasar las rejas porque es uno de los pocos barrios cerrados de la ciudad, uno puede curiosear algunas de esas casas selectas.
En la calle Poussin está la Villa Montmorency, que aunque no se pueden traspasar las rejas porque es uno de los pocos barrios cerrados de la ciudad, uno puede curiosear algunas de esas casas selectas.
Sobre la elegante Avenida Mozart, hay atractivos inmuebles del 1900 y en
el número 122 de la avenida, Hector Guimard dejó otra de sus huellas.
Cuando el arquitecto se casó con la rica pintora americana Adeline Oppenheim, le regaló la construcción de la Villa Flore dejando atrás el Art Nouveau para utilizar el Arte Moderno. Muchas veces se pensó en hacer allí el Museo Guimart, pero parece que a nadie le interesó concretar este proyecto.
Cuando el arquitecto se casó con la rica pintora americana Adeline Oppenheim, le regaló la construcción de la Villa Flore dejando atrás el Art Nouveau para utilizar el Arte Moderno. Muchas veces se pensó en hacer allí el Museo Guimart, pero parece que a nadie le interesó concretar este proyecto.
En el número 8 del Square du Dr. Blanche se puede visitar la Fundación Le Corbusier. Fue el propio arquitecto, sin
herederos directos, que dedicó 15 años de su vida al proyecto de una
institución que llevara su nombre para la conservación y difusión de su obra
por miedo a que sus archivos no fueran guardados después de su
muerte.
Y en el número
25 de la calle Claude Lorrain están Dietz-Monnin, Emile Meyer y Cheyson, tres chalets que reflejan, en pleno París, el
aire de otra época.
A Auteuil se lo aprecia por la calma y los espacios verdes. El parque Sainte-Périne, es un buena opción para disfrutar un día de sol. Un verdadero oasis verde de 40.000 metros cuadrados ondulados y placenteros abiertos al público.
A Auteuil se lo aprecia por la calma y los espacios verdes. El parque Sainte-Périne, es un buena opción para disfrutar un día de sol. Un verdadero oasis verde de 40.000 metros cuadrados ondulados y placenteros abiertos al público.
Los invernaderos de Auteuil, es otra de las atracciones del barrio. Un parque organizado alrededor de un jardín
central a la francesa con estructuras construidas en el siglo XIX, época
gloriosa de estas edificaciones, que albergan una inmensa colección de especies, el museo de Roland-Garros, templo del tenis mundial
sobre polvo de ladrillo o el Jardín de Ranelagh también son buenas pulmones verdes.
Mi paseo por Auteuil termina en la mítica piscina Molitor, conocida como Piscina Auteil-Molitor, un complejo construido en 1929 e inaugurado por el nadador olímpico, más
conocido por su rol en Tarzán, Johnny Weissmuller. Su estructura
fue famosa por su diseño Art Deco y por haber sido elegida para la presentación
de las osadas bikinis en el año 1946. Durante 60 años, fue el lugar de
reunión de cierta clase social parisina.
En 1989, la legendaria piscina
tuvo que cerrar sus puertas dejando una herencia artística que le permitió ser declarada monumento histórico en 1990. Curiosamente a
partir de ese momento se convirtió en el templo del underground parisino, pero
no logró resucitar su gloria y se lo fue abandonando.
20 años después,
se aprobó la renovación de la Piscina Auteuil-Molitor y hoy, preservando la fachada, muchos de los elementos originales y
con una millonaria inversión, se convirtió en un hotel 4 estrellas.
Aquí, en la
terraza, a cielo abierto, entre artdeco y graffiti, entre herencia y
modernidad, disfruto de este mítico lugar en la tranquilidad que ofrece
Auteuil, un barrio con alma tranquila en la ciudad de París.
Las fotos no son mías. Son tomadas de Internet libre acceso.