Terminé el libro de Umberto Eco: De la estupidez a la locura, crónicas para el futuro que nos espera.
Lo había empezado a leer hace más de un mes. Me tomé mi tiempo porque es un libro que hay que leerlo lentamente para saborearlo.
Antes de dormir, leía tres o cuatro artículos sobre libros y otros temas.
Bajando en el ascensor (vivo en un piso 15), uno como máximo sobre los medios de comunicación. Mientras esperaba el colectivo, algunos sobre la buena educación. Tomando mi primer café del día, la crónica que no había terminado la noche anterior. Antes de leer online las informaciones del día, leía algo sobre el odio y la muerte.
Entre trabajo, supermercado, cine y otras lecturas, terminé el libro. Tuve el placer de leerlo, subrayarlo, marcar hojas y muchas de las reflexiones del autor italiano sobre el poder, la actualidad, los jóvenes, los viejos, los libros, sobre la vida, la muerte, la religión, y sobre la estupidez y locura de este mundo.
Aunque Umberto Eco no llegó a ver este libro publicado (Eco había entregado a su editor una cuidadosa selección de los artículos que escribió en los medios de prensa durante quince años muy poco antes de morir) seguramente sabía que nos dejaba verdaderas reflexiones sobre los tiempos que corren con la ironía, el humor, la genialidad y la naturalidad que solo un buen maestro puede lograr.
Leyendo el libro de Umberto Eco, De la estupidez a la locura, Crónicas para el futuro que nos espera, encontré una crónica escrita en año 2000, que me entristeció mi día feriado.
“ ...Ya Rousseau excluía la posibilidad de tener una democracia asamblearía excepto en un Estado muy pequeño, en el que todos se conozcan y se puedan reunir fácilmente. Pero incluso la democracia representativa, que convoca al pueblo a elegir a sus representantes cada cuatro o cinco años, está hoy en crisis. Es una civilización de masas dominada por la comunicación electrónica, las opiniones tienden a nivelarse hasta el punto de que las propuestas de los distintos candidatos llegan a ser muy parecidas entre sí. Los candidatos son elegidos no por el pueblo, sino por una nomenklatura de los partidos, y el pueblo ha de elegir (como mal menor) entre dos personas (elegidas por otros) que se parecen como dos gotas de agua....”
Lo de las “2 gotas de agua” para mi no pasa por los “programas, relatos, convicciones, ideas, propuestas” para mi es que esos elegidos por el pueblo democráticamente, esos que están sentados desde ayer, desde hace 10 años, desde hace 30, los que estuvieron, los que están, todos esos que están en una asamblea, en los ministerios, en los sindicatos, que son diputados, presidentes, jueces, senadores, funcionarios, sindicalistas, que firman papeles, decretos, leyes, que hablan y hablan, esos que están las bancas, en los juzgados, en los poderes, en los que confiamos, en los que creímos, se parecen “como 2 gotas de agua” en las pérdidas de tiempo, en proponer-proponer- proponer sin dar soluciones durante años, en dar vueltas sin sentidos y sin salida, en posponer-posponer-posponer, en perder oportunidades, en reunirse en mesas inmensas sin avanzar, sin escucharse, en la horrible misión de no sacar adelante un país, se parecen “como 2 gotas de agua” en la egoísta misión de no importarles mucho, poquito o nada.