Falta nada
para terminar el año y a mí no me gusta. Siempre me pongo triste en estas
fechas. Me pone triste el paso de los años, las ausencias, el exceso de las
fiestas. No puedo obligarme a estar súper contenta, a bailar, a brindar y comer
pan dulce como si nada. No. Siempre fue así, nunca lo escondí y a esta altura
no voy a cambiar. Lo único que acepto con ganas, todos los fines de años, es
repartir deseos en voz alta. Y este año particularmente me siento muy
comprometida con ellos.
En estos
últimos días en donde uno se pregunta si muchas de las cosas que está pasando
en el país explotaron porqué ya no daban más y debían explotar o porqué alguien
está moviendo los hilos para que todo esto nos explote en la cara haciéndole
mal al país.
La fuga
del siglo, “la morsa”, los ñoquis, la injusticia siempre presente son algunas
de las cosas que me hacen dudar. Las inundaciones, lo del acuerdo con
Irán, el blanqueamiento de la situación del país, las condenas de Once y las
muchas reflexiones,típicas de fin de año, que leí estas semanas me hicieron
pensar que este 31 de diciembre, el del 2015 tengo que desear, desear
muchas, buenas y sentidas cosas para este país, el país que YO deseo ver, el
país diferente, el país honesto con argentinos distintos. ¿Utopías? sí.
¿Fantasía? sí.¿Sueños inútiles? sí ...
Pensé,
entre otras cosas, en lo que Lanata escribió el domingo en el diario Clarín:
“...Lo
que bien podría llamarse “enfermedades fundamentales de la Argentina” están
vigentes y llevará tiempo cambiarlas: los argentinos gastamos más de lo que
ganamos; pedimos dinero prestado en el exterior cuando las fortunas no
declaradas superan a la deuda externa; actuamos como si el Estado fuera de
nadie y no de todos; somos de tropezar varias veces con la misma piedra.
Creemos que somos lo que queremos ser (¿tengo que aclarar que no? No somos lo
que queremos o podemos ser, somos lo que somos ahora). ¿Estamos, todos,
dispuestos a trabajar para que esto cambie? ¿Podríamos impulsar un cambio cuyos
resultados no vamos a ver? ¿Haríamos algo que no fuera por nosotros mismos?
Creo que de eso se trata un país. Y por eso este no es sino el comienzo de un
cambio; depende del paso del tiempo; de nuestro trabajo y de nosotros mismos
que el cambio se produzca.”
Lanata no es santo de mi devoción pero no hay
que buscarle ningún transfondo negro o campaña sucia a estas frases para estar
de acuerdo con ellas. También
pensé en el sencillo artículo de Silvia Fesquet
“...Por
ejemplo, cuando los que se quejan a voz en cuello de la corrupción le guiñan el
ojo al que acaba de hacerles una multa, buscando algún “arreglo”; los que protestan
por la suciedad de las calles tiran el papelito del alfajor al suelo, o los que
reclaman por el destino de los impuestos los evaden descaradamente...”
Nada nuevo
bajo el sol. Nada nuevo que los argentinos no sepamos. Nuestra actitud (una vez
más) tiene que cambiar para que el país cambie. Desde no tirar un papelito en
la calle hasta enfrentar las “enfermedades fundamentales de la Argentina”.
Todos tenemos que trabajar en ello y todos deberíamos unir nuestros deseos para
que el país esté y sea mejor, que los argentinos estemos y seamos mejores, que
lo que tenga que explotar explote de una vez con bombos y platillos, que lo que
tenga que salir salga con la fuerza de una olla a presión, que Jaime vaya preso
y que no se escape como tantos, que la solidaridad no se detenga y que nadie se
guarde la plata, que el que nunca laburó, sacándole el trabajo a otro, se vaya,
que ahorremos energía no solo por la crisis nacional sino por el mundo, que no
tiremos comida, que nos respetemos, que confiemos.
Nada nuevo bajo el sol. No me gustan los fines
de años pero si los deseos. Y este año más que nunca.