Hace un par de semanas fui al cine a ver Leviatán (Leviathan), la película rusa dirigida por Andréi Zviáguintsev. Me gustó, mucho, un poco menos que Elena, otra joya del mismo director.
Enseguida escribí en mi twitter @via_mire ,con los pocos caracteres que ofrece, ": ...soledad, corrupción, poder, injusticia, alcohol, miseria humana, rudeza. Una Rusia de hoy" dudando aún si había entendido bien el porqué de ese título.
"...El Estado con sus tres patas, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial, junto con el brazo articulado del Ejército, las garras de la banca y la gran chepa espiritual de la Iglesia, forman el Leviatán, un dragón que expulsa una nube de azufre por sus fauces para sulfatar a cuantos se le acercan con la intención de derribarlo. Los servidores de este dragón normalmente ejercen el poder a través de ornamentos, uniformes, adornos y atributos. Un rey es ese señor que está debajo de una corona; un papa es el que hay entre las sagradas pantuflas bordadas y la mitra; un magistrado es el que palpita en el interior de la toga; un diputado es un ser que tiene un escaño de cuero rojo pegado a los riñones; un militar son sus medallas; un presidente del Gobierno es ese individuo de paisano cuyo poder viene determinado por la cantidad de guardaespaldas que necesita para demostrarse que manda. Todo poder es un simulacro, pero el Leviatán es algo muy serio, a ese dragón solo se le puede derribar a cañonazos, salvo que sus servidores sean tan frívolos, ineptos y corruptos que los cañones sean sustituidos por las carcajadas, como está sucediendo en este país, donde ya no es el cabreo sino la risa general la que puede hacer saltar por los aires el sistema democrático."
Recordé la imagen del afiche de la película. Ese niño sentado frente a la nada, a lo inmenso, a la soledad, al lado de un "dragón", quizás "un leviatán" al que ya nada le queda para compartir porque hay gobiernos, hay dirigentes que le han sacado todo mientras se ríen a carcajadas.