Ustedes saben que trabajo con revistas. Veo y leo muchas revistas al mes. Hace un tiempo encontré una nota en la revista femenina Cosmopolitan una nota sobre el Síndrome de Peter Pan.
Muchos hemos oído hablar de este síndrome (y que desde 1983, el psicólogo Dan Kiley lo llama "virus de Peter Pan"). Se refiere a esos hombres que quieren seguir siendo niños y no quieren actuar como adultos. La nota me hizo reír mucho y la resumo:
¿Cuáles son las características de estos Peter Pan? Son seductores, encantadores, conquistadores y con gran necesidad de reforzar su autoestima.
¿Qué tienen en común "los Peter"? una gran necesidad afectiva, egocéntricos, narcisistas, poco resistentes a la frustración, la culpa siempre es de otros, no creen en la equidad.
¿Qué hacer frente a "los Peter" para no ser una Wendy cualquiera?
1. Mandarlo a freír churros
2. Ayudarlo a que se deje de pavadas y crezca.
Yo optaría, sin lugar a duda, por la opción de los churros. Pero si alguien opta por ayudarlos y que su Peter en cuestión aprenda de una vez por todas pensar como un adulto, van aquí los consejos "sencillos"que daba la revista:
1. Ayudarlo a quererse a sí mismo
2. Hacerle entender que nunca es tarde para cambiar.
3. Que deje sus problemas de infancia de lado y actúe como adulto
4. Convencerlo que vaya al psicólogo y buscar soluciones para salir del estado infantil
5. Hacer frente al problema y no esconderlo
6. Acompañarlo emocionalmente
7. Motivarlo a ser autónomo, responsable y seguro
¡Como ven es una tarea de niños hacerse cargo de un Peter cualquiera!
Según el artículo hay otros síndromes animados. El de Campanilla (una madre) , el de Wendy (otra madre: imprescindible, capaz de resignar todo para hacer feliz a los demás, asumir todas las responsabilidades) y el del Capitán Garfio (un síndrome de las personas que repiten una y otra vez los mismos errores). Como ven nadie se salva en este historia. ¡Nunca se me hubiera ocurrido tanto síndrome o virus leyendo a Peter Pan y menos que menos intentar salvar a un hombre que se cree Peter Pan! ¡que lo vaya a salvar su abuela! La verdad sea dicha.