Había empezado a escribir esta entrada días antes de que las tristes inundaciones azotaran a Buenos Aires. La verdad que me cuesta escribir sobre mis intereses cuando barrios y ciudades de Buenos Aires están bajo el agua por las lluvias y miles de personas intentar recuperar a medias lo que han perdido. Pero viendo algunos rayos de sol, las cadenas inmensas de solidaridad que se han armado para ayudar, para donar, para colaborar y con mi texto a medio escrito, decidí seguir con mi semana a medias hasta que la suerte cortará la racha para todos.
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Más allá de haber trabajado a medias por los feriados y que yo estoy a medio doblada por un lumbago, mi semana a sido muy activa. Terminé un libro (¡por fin! la mala costumbre de leer varias cosas al mismo tiempo ) que me gustó a medias: Morirás mañana de Jaime Bayly. Me gustó su trama, me divirtió en muchos momentos (es Bayly), me gustaron las descripciones (sobre todo la de los argentinos) pero no me gustó su procacidad (es Bayly) ni su lenguaje escatológico.
Vi un película que me gustó a medias: Ana Karenina, la última versión de Joe Wright con Jude Law y la bellísima Keira Knightley. Me gustó porque siempre me gusta Ana Karenina, pero no me gustó la actuación de Keira y la forma en que está filmada me distrajo mucho de la historia.
Fui al teatro a ver algo que se suponía, por las criticas y recomendaciones, que me iba a gustar pero me gustó a medias: Dr. Lacan. Me gustó el teatro La Comedia, allí donde íbamos al cine con mis hermanos cuando eramos chicos, me gustó ir con mi hijo, me gustaron las actuaciones pero la obra me gustó a medias. Me pareció poco jugosa... no colmó mis expectativas. Me pregunto si soy yo la burra frente a una obra que tiene tan buenas críticas pero para mi, como se dice en francés, no rima con nada.
Fui a comer a unos de los mejores restaurantes de Buenos Aires y me gustó a medias. Tomo I, el restaurante al que recordaba como uno de los "inolvidables" en Buenos Aires, y aunque me gustó la delicadeza de algunos de sus sabores (un delicioso queso brie asado de entrada y la "patisserie") no me gustó la sala (fuimos de noche, demasiado masculina para mi gusto Seguramente de día debe ser más linda) ni me pareció atractiva su gastronomía. En fin, una pena que un restaurante que está en las listas de restaurantes top de Buenos Aires no me haya hecho revivir esa delicadeza de Ada Cóncaro, a quien tuve el placer de conocer y hacerle algunas notas hace muchísimos años.
Pero anoche, 3/04, mi suerte cambió y la racha de cosas a medias se terminó. Fui al Teatro Colón a ver a GUSTAVO DUDAMEL y a la Orquesta Sinfónica "Simón Bolívar" de Venezuela.
Hace un tiempo había escrito en este mismo blog Venezuela positiva: Dudamel eléctrico donde decía que esperaba el momento de ver a Dudamel "en vivo". Y ayer lo vi . Escuché a Stravinski y su consagración de la primavera bajo su batuta. Escuché a más 150 músicos bajo su batuta. Vi a Dudamel enérgico, eléctrico, maravilloso. En una noche muy particular, con el telón de fondo de las tristes noticias de las inundaciones y tragedias que podrían haberse evitado, de políticos ausentes y obras inconclusas, de plata que nadie sabe a donde va, escuché La noche de los mayas de Silvestre Revueltas. Disfruté todos los extras que todos pedimos con aplausos a Dudamel, a la Orquesta y entre ellos, uno de los momentos más emotivos, el de Wagner.
Un momento mágico que nada tuvo de sensaciones a medias y que lo único que no me gustó es que se terminara.