Lagos, Nigeria, 11 de septiembre 2001
Recuerdo muy bien ese día. Mi marido miraba las noticias en televisión cuando lo oí repetir "no es posible, no es posible". Me acerqué, me senté y vi esas imágenes en la pantalla.
Los dos nos quedamos anestesiados. Los chicos llegaron y se acomodaron en silencio frente al televisor. Y ahí reaccioné. Me vi a mi misma y a mi familia frente a un atentado, el primero en la vida de mis hijos. Los abrazamos y tratamos de explicarles con balbuceos qué había pasado: un avión, dos aviones, tres aviones, cuatro aviones, 3000 muertos, 6000 heridos... ¿cómo explicar esta locura?
Los dos nos quedamos anestesiados. Los chicos llegaron y se acomodaron en silencio frente al televisor. Y ahí reaccioné. Me vi a mi misma y a mi familia frente a un atentado, el primero en la vida de mis hijos. Los abrazamos y tratamos de explicarles con balbuceos qué había pasado: un avión, dos aviones, tres aviones, cuatro aviones, 3000 muertos, 6000 heridos... ¿cómo explicar esta locura?
Me vi a mi misma y a mi familia frente a un hecho que cambiaría la historia de un país, de muchos países, de mucha gente, del mundo.
Hoy recuerdo imágenes que alguna vez vi con asombro, otras con tristeza, con mucha tristeza, otras con alegría, con mucha alegría y que quedan grabadas en mi memoria: Vietnam, la huella en la luna, el asesinato de John Lennon, de Robert Kennedy, imágenes del 24 de marzo de 1976, la caída del muro de Berlín, la tragedia Chernobil, el Tsunami de Tailandia, la primera guerra del golfo, la reciente tragedia de Japón ... ¿sigo? Tantas, tantas y más imágenes que son imborrables como las del 11 de septiembre del 2001.