Mi madre-escritora decía: "Un buen libro para chicos es aquel que también le gusta a un adulto". Recuerdo esta frase cada vez que entro a una librería o una biblioteca donde me dejo tentar por la sección infantil y me pierdo hojeando libros de tela, páginas espesas para los más chiquitos, libros con imágenes en 3D de dragones, o con textos deliciosos o con ilustraciones que lo dicen todo.
¿Pero por qué me gustan tanto los libros infantiles?
Porque ¿alguien puede olvidar su primer héroe? ¿o el libro que le leímos y releímos sin cansarnos? ¿o la mirada de un niño cuando descubre un libro? No, esas son cosas inolvidables.
Porque, para mí, la búsqueda, la lectura, la elección de un libro infantil es un verdadero placer. Porque los libros infantiles me ponen de buen humor. Porque toda mi infancia estuvo ligada a la literatura infantil, porque toda mi vida de mamá está ligada a los libros. Porque disfruto de la creatividad de los ilustradores, de los escritores, de los diseñadores. Porque me gusta regalar, ver, leer, imaginar, palpar un buen libro para niños y porque ¡me gustaría tanto escribir miles de historias para niños!
Y por todas estas razones, hoy, 2 de abril, día del aniversario Hans Christitan Andersen, me uno a los festejos del "Día Internacional del libro infantil".
Desde 1967 la IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil), un organismo internacional sin fines de lucro, fundada en Suiza, en 1953 y la UNESCO instauraron el 2 de abril como el día para propiciar el encuentro entre los libros y la infancia.
Y desde entonces, cada año, un país miembro designado por la IBBY es responsable de determinar el tema del día internacional y crear la ilustración y el mensaje conmemorativo.
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