Conocí a Pablo Mendelevich, si no me equivoco en el año 84 del siglo pasado. Los dos trabajabamos en la redacción de las revistas Status-Gourmet de Miguel Brascó. Pablo era un periodista apasionado, como lo era mi padre. Compartíamos unos tristes escritorios, una mini-cocina, almuerzos y máquinas de escribir "antiguas". Pablo era un compañero de trabajo inteligente, divertido, un periodista que escribía cosas serias e importantes. El entrevistaba a políticos en pleno auge democrático argentino, mientras que yo, una (p)seudoperiodista, traducía inocentemente recetas de cocina del portugués al español, entrevistaba a los grandes chefs del momento de Buenos Aires, visitaba restaurantes prestigiosos, buscaba productos nuevos en el mercado del barrio de Belgrano o especias en El Gato Negro. Y en ese contexto nos hicimos amigos.
Hoy Pablo sigue siendo un periodista político tan o más apasionado que cuando yo lo conocí. Además escribe libros, además es director de la carrera de periodismo de la Universidad de Palermo en Buenos Aires, además es profesor de periodismo político, además es colaborador permanente del diario La Nación, y columnista de radio, es marido de Andrea desde que yo lo conozco, es padre de tres hijos, suegro y abuelo.Y aunque ya no trabajamos juntos, seguimos siendo amigos porque seguimos riéndonos y porque nos gustan las palabras, el juego y la sutileza de ellas.
Vi a Pablo hace un par de meses en Buenos Aires. Hablamos de lo folclórico que resulta vivir en un país gobernado por Chávez y de la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner. Y después de nuestro tradicional asado, Pablo, mi amigo, me regaló su útlimo libro como Pablo periodista: "EL FINAL. Cómo dejan el gobierno los presidentes argentinos" Leí la dedicatoria de su libro y la sentí tan sincera que me emocioné. Y yo, a cambio, le ofrecí una poética Julia y una mamá "chévere" multicolor que algún día le servirán.
Pablo Mendelevich es además autor de La ética de los periodistas argentinos, Etica periodística en la Argentina y en el mundo y El país de las antinomias.
El gato negro es uno de los 53 cafés notables de la ciudad Buenos Aires asentado desde siempre en la calle Corrientes.
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