Todos los días lo veía entrar por el largo pasillo de la casa, un pasillo oscuro, donde solo brillaban los libros de extensas bibliotecas. Caminaba despacio, pero con pasos firmes. En invierno con su sobretodo azul marino, en verano con su traje siempre impecable hasta llegar al living-comedor, ese espacio que le gustaba tanto, también lleno de bibliotecas, y que se lo había apropiado pese a las protestas de la familia. Era un hombre de estatura media y de una contextura de intelectual. Más pesaban sus lecturas que sus músculos. No sabía nadar, no sabía andar en bicicleta, solo le gustaba ver el mar de lejos y del campo, solo podía disfrutar de un buen asado. Tenía una barba cuidada. Tenía pocas, muy pocas canas para su edad y un par de anteojos inconfundibles. Era elegante, con buen gusto para las corbatas. Le gustaban los zapatos lustrados y siempre tenía los ojos con un brillo débil, cargado de nostalgia y recuerdos, recuerdos de una infancia difícil, de una adolesc
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