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Librerías y libreros I

El 26 de abril, el Día del librero, leí un artículo sobre el cierre de una librería de Medellín en el año 2001 . Hablaba de cómo esta librería tan querida, pasaba a la historia y la pena que les daba a los transeúntes no verla más en una esquina de la ciudad. Lo que me llamó la atención del texto fue esta frase:  "A un supermercado lo remplaza otro; a una librería, nada".
Cartel de cierre de la Librería Hispanoamericana en París (2007)
Estas palabras me resultaron tan acertadas que me dieron ganas de hacer mi pequeño homenaje tardío al Día del librero porque una librería no es un negocio como cualquier otro. 
Las librerías de  una ciudad son las que miden lo que está pasando en ella y en su gente, cuentan lo que está pasando y pensando una sociedad. Y cuando desaparecen en un barrio, en una ciudad, son irreemplazables, como lo son sus dueños: los libreros.

Es triste ver como librerías a talla humana van despareciendo en las grandes ciudades y como  los verdaderos libreros   "de esos que no erraban el estante, que no erraban en el stock que sólo mostraba la pantalla de su memoria, esos tipos que se delataban en el mismo momento de tomar el libro entre las manos - dice el escritor Edgardo Lois – son cada vez más difíciles de encontrar en las mega-librerías que hay ahora donde muchos de los vendedores pueden vender hoy un libro, mañana una computadora. Son vendedores, no libreros. 

En fin, por suerte quedan en la memoria librerías y libreros de alma. como la Librería Norte de la calle Las Heras, en Buenos Aires, la librería de Héctor Yánover, uno de esos personajes que vivió entre, con y para los libros. Y es a él a quien le dedico mi Día del librero tardío. Héctor Yánover  (Argentino, 1929-2003) fue  poeta , escritor , amigo de la familia y librero. Abrió su primera librería en 1956,  en la ciudad de Buenos Aires, y en 1967 inauguró la actual Librería Norte de la calle Las HerasHéctor fue un librero con todas las de la ley, de esos libreros que conocían, que sabían, que aconsejaban, que buscaban, que informaban y sabían dónde estaba cada libro de su librería y de que se trataba. Era una “enciclopedia viviente”, era lo que ahora es la computadora de las librerías modernas. Después de muchos años de profesión, experiencias y anécdotas, entre otras cosas, Héctor tuvo la buena idea de escribir “Memorias de un librero” (1994) un libro sensible, gracioso, profesional, pero que lamentablemente no es fácil de conseguir. Aquí van algunas de sus palabras como librero apasionado:

“… Ustedes, hipotéticos lectores, ¿tienen idea de lo terrible que es para un librero escribir un libro? Un librero es un hombre que cuando descansa lee; cuando lee, lee catálogos de libros; cuando pasea, se detiene frente a las vidrieras de otras librerías; cuando va a otra ciudad, otro país, visita libreros y editores. Entonces un día, este hombre decide escribir un libro sobre su oficio. Un libro dentro de otro libro que irá a juntarse con los otros en los escaparates o los anaqueles de las librerías. Otro libro para acomodar, marcar, limpiar, reponer, excluir definitivamente.»


“...La mercancía que vende (un librero) se ha metido tanto en su vida que le es difícil separarlas. Crecido entre libros, respiro polvo de libros, veo libros en todos los horizontes; tanto que a veces me oigo decir: tal objeto está en el colofón, para indicar la parte trasera de mi casa, o confundo el living con el prólogo. La librería no está donde está, sino dentro de mí.”

de “Memorias de un librero” de Héctor Yánover.

Libreros apasionados como lo fue Héctor Yánover por suerte hay muchos y espero que haya muchos más porque mientras terminaba estas líneas leí: "La primera Escuela de Libreros de Argentina - y una de las pocas de Latinoamérica - comienza sus cursos en mayo. La escuela ofrece...etc. etc."  aunque estoy segura que este oficio se lleva en el alma.

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